
La mayoria de nosotros tiene una tendencia "natural" a querer sobresalir, resaltar, ocupar los primeros puestos, que nos halaguen, que nos llamen por titulos, que nos reverencien. Son cosas que nos van atando a una imagen que hay que proteger a toda costa y que nos van robando la capacidad de amar en libertad. Si somos sinceros, es una lucha constante que libramos diariamente con nosotros mismos.
El camino de Dios no va por ahi. El camino de Dios pasa por la humildad, la pobreza, el anonimato, el abajamiento, el servicio e incluso la humillacion. Es dificil para nosotros entender esto, ya que desde pequenos nos empujan a buscar con ahinco precisamente lo contrario: progresar, aparentar, ocupar los primeros puestos, protagonismos, individualismos, superar a los demas, buscar titulos, no aceptar ningun tipo de humillacion.
A Jesus le gusta el bien que no se pregona, el secreto de una obra hecha desde el anonimato. Le disgusta, en cambio, la hipocresia de los que se convierten en policias morales de sus hermanos, diciendoles lo qie deben o no deben hacer, cuando en realidad son los primeros en incumplir sus propias leyes.
Esto nos invita a preguntarnos seriamente la motivacion que esta detras de lo que hacemos. Por que hago lo que estoy haciendo? Que espero recibir a cambio de lo que hago? Lo hago para que la gente lo vea y recibir por ello elogios y recompensas? La Escritura nos advierte, en otra parte, sobre este proceder: "Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario no recibiran niguna recompensa del Padre que esta en el cielo".
En el Reino de Dios los parametros son muy distintos. El primero, en este modelo del Reino, es el primero en servicio, en iniciativa, en disposicion, en ceder, en renunciar, en olvidarse de si mismo. No asi en cargos, puestos de honor, en reconocimiento, en poder o en riqueza. Los ultimos son los primeros. Es el camino de la fraternidad y la solidaridad.
Asi que pidamos la gracia de no querer buscar los primeros puestos, los halagos, los aplausos, el reconocimiento. Que todo lo que se haga sea sin protagonismo y desde el anonimato, para que nuestro Dios, que lo ve en secreto, sea quien lo recompense.